Sunday, October 28, 2012

Profesiones de futuro (I): Escribir libros de autoayuda o el emprendizaje sencillo



La nave se me había encallado en mi viaje cerca de las costas de Panderetilandia. Parecía que había sufrido considerables desperfectos y urgía una parada técnica más larga de lo diseñado en la estrategia. Mi embarcación estaba hecha una piltrafilla y se mimetizaba a la perfección con el lugar al que me estaba aproximando.

Para sobrevivir mientras la barca estaba en boxes, resolví buscar un empleo temporal. Enseguida me indicaron que el adjetivo era innecesario: todos los posibles oficios que me permitieran ganarme el sustento no aceptarían otro calificativo. Me puse en la cola del paro, pero no tardé en darme cuenta de su longitud y movimiento inverso, y de que me iba a costar menos regresar de las guerras de Troya que enmendar mi situación de desempleo. Así que me lancé al emprendizaje, apoyado por el clamor de las clases políticas y subyugado por sus supuestas bondades.

Encontré casualmente tres libros en un basurero, los cuales ni habían sido incinerados, ni recogidos de forma selectiva en su contenedor correspondiente. Huelga decir que estaban cubiertos de restos de comida, en concreto de flor de huevo y tartujo en grasa de oca con chistorra de dátiles, y de otros alimentos que no pude identificar. Las hojas de los libros desprendían un olor a podrido indescriptible, pero me armé de valor (en peores batallas he guerreado allende los mares) y me liquidé los tres libros antes de desmayarme.

Y ahí obtuve mi respuesta: ¡Me haría escritor de libros de autoayuda! Sólo me haría falta desarrollar un argumento simplón, adornarlo de frases obvias pero redactadas con una prosa refinada, y hacer un copiar-pegar del argumento variando algunas palabras a lo largo de, digamos, 250 páginas o así. Y me aventuré con mi primer texto, al cual le estoy dando varias vueltas para que parezca que digo algo más (ya he conseguido alargarlo hasta 180 páginas; mi editor me dice que ponga alguna fábula y más animales para completar, y ya está). Os dejo este primer texto, que tiene una influencia clara de los tres libros encontrados en el estercolero.

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Erase una vez una linda princesita de voz ronca y verbo alterado. La princesita cautivaba a unos y atemorizaba a otros. Por su energía, por su insolencia, por saberse única y no aguantar sinsorgadas. Y pocos de los lugareños podían estar a su altura. Los que venciendo su temor se arrimaban para estar a su vera, comprobaban que no era fácil estar cerca de ella. No porque ella fuera difícil, sino porque se daban cuenta que no se sentían a la altura. Y huían. Huían despavoridos.

Y cada vez que esto ocurría la princesita erróneamente se preguntaba: ¿qué estoy haciendo mal?

Un día, sentada como estaba en el balcón de su habitación, se le acercó un búho blanco.

-¿Por qué estás triste, princesita?—le inquirió el búho.

La princesita alzó su mirada y se encontró con los grandes ojos del ave estrigiforme, los cuales escudriñaban a la bella. Tras unos segundos de titubear, finalmente respondió:

-Porque estoy haciendo algo mal. Nadie parece querer desposarse y reinar conmigo en estas tierras. 

-¿Y por qué crees que estás haciendo algo mal tú, mi ronca princesita?

-…

-¿Te has parado a pensar lo duro de la responsabilidad? ¿Tener que gobernar en este reino, junto con una mujer agraciada en belleza e inteligencia, que puede poner en entredicho su valía?

-¿Es ese el problema?

-No lo sé, dímelo tú.

-Si fuera ese el problema, la solución sería fácil y estaría al alcance de mi mano.

-¿Y es?

-Renunciar a mi reino y no atemorizar a mis posibles candidatos.

-¿Renunciar a tu grandeza para mezclarte con la mediocridad? ¿Ser tan débil como ellos? ¿Cobarde cuando las circunstancias sean adversas? ¿Esconderte y hacerte sumisa para no asustar a nadie? ¿A cambio de qué?

-A cambio de evitar la soledad.

-Lo entiendo. He conocido a muchas princesitas en reinos adyacentes que se planteaban el mismo dilema y parecían llegar a la misma conclusión.

-¿Lo ves? No soy la única que piensa así.

-No. Yo únicamente digo que ellas parecían llegar a la misma conclusión. Pero no funcionaba.

-No funcionaba. ¿Por qué no funcionaba?

-Porque aunque se quitaran la corona y el ropaje distinguido, y aunque se vistieran como adefesios, su grandeza estaba dentro. Y esa grandeza acaba saliendo. Y no podían estar con esos lugareños de alma cobarde y poco noble. Vale, ya no estaban solas porque había alguien a su lado. Pero se sentían solas en compañía de aquellos hombrecillos que no estaban a su altura. Y sus almas seguían penando.

-¿Cuál es la solución entonces?

-No hay ninguna solución. O si la hay, yo no la tengo.

-Pues vaya mierda de búho que eres. En otros cuentos el búho es sabio y viene con una enseñanza que sirve para algo.

-Mi verdad no te serviría. Tienes que encontrar la tuya propia, la que te sirva.

-Vale, mañana me paso por una librería a por un librejo de esos de autoayuda. Si es que… Esto me pasa a mí por hablar con animales. Si ya decía mi padre, el gggdey, que no me dejaba el reino hasta que no me quitara de trippies.

-Solamente una cosa antes de que me vaya.

-Sí, anda. Desembucha.

-Esas princesitas de las que te he hablado. Aprendieron a buscar la compañía de sus amistades. Aquellas que no les daban el placer de un revolcón, pero que apreciaban su amistad y les recompensaban con el más sincero de los abrazos.

-Bien. Esas amigas, ¿tenían un dildo o así?

-No. ¿Realmente tan importante es para ti tener una polla erecta a tu lado?

-Hombre, no voy a negar que me gusta.

-Siempre puedes buscar esto en alguna ocasión suelta. Pregunta a tu padre, en eso te puede dar más sabio consejo que un animal alado. O si no, siempre queda la opción de pagar por ello.

-No es lo mismo.

-¿Por qué no es lo mismo? ¿Quizá porque lo que te gusta de la polla es que tiene un dueño que también te abraza?

-Más o menos.

-Eso llegará si llega, pero no por buscarlo más, ni por que te quites la corona. Cuando estés preparada y lo busques menos, si ha de ser, será. La prisa es mala consejera. A alguna de las princesitas que te digo, entradas en años, hace poco le ha llegado un príncipe de altura. Y el resto están ahora despreocupadas, jugando con pintura en esas batallas de paint-ball y pasándolo de miedo.

-Pena no te ha alcanzado a ti un bolazo de pintura, que estás de un paliducho que rabias.

-Es lo que tiene no salir de día ni ir a la playa. La melanina, que no me cunde.

-Bueno, voy a mirar eso del Paint-ball por Internet.

-Sí, prueba. Mola mazo. Yo me las piro, que tengo que ir a asesorar a otras princesitas.

-Espero que tengas un trabajo de verdad, aparte de esta melonada.

-Sí, descuida. Esto lo hago por vicio, como tú lo de meterte trippies. En mi jornada laboral me dedico a la televenta: soy operador de una compañía telefónica. Pero me da pena que tenga que hacer tanto viaje nocturno para charlar sobre lo evidente, para mí, con princesitas como tú.

-...

-Quiérete mucho, vale.

-De acuerdo.

-Muchos besitos de tu pajarraco alado blanquecino, princesita preciosa y de voz rasgada.

-Un besazo para ti. La próxima vez que nos veamos te contaré cómo me va lo del Paint-ball. ¿Hacen control anti-doping en eso?


                                                             EN FIN

 
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Estoy emocionadísimo. Mi editor me ha dicho que esto será un hit y ya ha empezado a hacerme una campaña de marketing de "cágate, lorito". Es más, ahora que Javier Marías ha rechazado el premio Nacional de Narrativa de Panderetilandia, que lo mismo puedo albergar esperanzas (¿los extranjeros nos podemos presentar?). Si gano mucha pasta, donaré un 1% a... bueno, ya veré qué ONG o causa me da más publicidad. Ya le preguntaré también a mi editor cómo va eso de escaquearme del fisco, que si tengo que vivir en Panderetilandia una temporadilla, tengo que adaptar mi moral al entorno para integrarme y así me consideren como uno más y no me discriminen. Me dijo mi editor, eso sí, que estaba muy intrigado y que quería saber de qué fuentes bebía (quitando el chorro del grifo de la cocina del hotel). No pudo saber cuáles eran las influencias en mi pluma...

Pero si está clarísimo que tres libros leí en el estercolero, ¿no?

P.S.: Si un texto tan políticamente incorrecto no suscita la ira de nadie, sabré finalmente que estamos solos en el universo (o por lo menos que Ulysses lo está en el ciberespacio).


Monday, October 22, 2012

De ganadores y perdedores (o la tonadilla “Vini, vidi, vinci” que oí)



Hoy he tenido un fortuito encuentro con un habitante de la tierra de los vascones. Esta es una tierra curiosa, cuyo nombre todavía desconozco con precisión porque son numerosos los epítetos con los que se califica y, los cuales, no son utilizados por todos y no parecen tampoco ser completamente intercambiable. Dicen que influye hasta en la meteorología (o al menos en la forma de entenderla). En fin…

No he podido por menos que preguntar a mi interlocutor si se había librado batalla recientemente, a tenor de que se oía y se leían frases que aludían a una contienda (“el vencedor de la jornada de ayer…”, “si tú no vas, ellos ganan”, “es destacable la pérdida en votos…”). Pero para mi sorpresa, me ha respondido que muy lejos de la realidad, que no es una batalla en el sentido que yo conozco, de esas en las que existen dos frentes que causan bajas y heridas sangrantes, sino un proceso electoral; aunque bien es cierto también que no queda muy atrás en el tiempo y en el espacio cuando las heridas (algunas con resultado de muerte) y los dos únicos frentes (en las zonas colindantes a esta tierra) también estaban presentes.

-¿Quién gana y cómo lo hace entonces en este contexto?-le pregunto.

Entonces he recibido una respuesta un tan desconcertante:

-Gana quien no se limita a expresar que ha resultado vencedor, sino que piensa que hay una parte que no ha ganado. Y en esto puede haber varios ganadores: ¡ojala que casi todos fueran ganadores siguiendo este presupuesto!

Y ha continuado:

-Gana quien sabe qué es lo que está en juego, y no es desde luego obtener un mayor número de representantes que permitan componer un gobierno de forma independiente o compartida, sino que lo hace con la responsabilidad de saberse la opción preferida por una mayoría de habitantes que han decidido acudir a las urnas, pero con el conocimiento también de que lo hace igualmente para todos y cada uno de los que no lo pensaban así en ese momento, y ganarse en el futuro la confianza de estos también;

-Gana quien aun siendo conocedor de haber obtenido un mayor número de votos o escaños que el resto de formaciones políticas, o incluso que ellos mismos en pasados comicios, sabe que: 1) hay otras formaciones políticas que también han obtenido la confianza de otros, y que una de sus cometidos es llegar a acuerdos con el resto de partidos, y 2) se cuestiona por qué hay un importante número de ciudadanos y ciudadanas que no han elegido ninguna opción;

-Gana quien relativiza su resultado y no lo compara con el resultado o encuesta precedente que mejor le vaya, sino que sabe leer entre líneas y quiere saber por qué algunos/as de sus votantes ya no siguen pensando que es la opción que mejor podría representar sus intereses.

-Gana quien se congratula de vivir en un estado democrático donde todavía los ciudadanos del mismo pueden opinar y votar quién y cómo debe gobernarles (otra cuestión es cómo luego lo gestionen o si se apartan de lo que predicaron), en vez de que lo hagan unos señores de negro que mandan a otro señor (o señora) para que mejor gestione el país para alcanzar unos objetivos económicos diseñados desde la Unión Negrilandia (la tierra de origen de los señores de negro de fuera).

-Gana quien entiende que representa a una sociedad plural, donde por más que nos empeñemos, no siempre vamos a estar de acuerdo, pero que sabemos que eso es bueno, si conseguimos finalmente a establecer compromisos y acuerdos mínimos, y que eso requiere hablar, y hablar, y hablar, y hablar,… y hacer uso de las palabras, expresión del lenguaje, el que sea que hablen los interlocutores, o los que sean (porque no siempre tenemos un único idioma de comunicación). Y por cierto, saber esto y querer poder hablar los idiomas que no se dominan, también nos hace ganar.

-Y gana una sociedad donde los políticos ganen en credibilidad y donde adquieran el sentido y motivación original, que no es otro que representar con ilusión, responsabilidad, y transparencia a aquellos que les depositaron su confianza.

-Incluso quien cree que ha perdido y abandona el timón también gana porque ello le permite a su formación hacer una reestructuración o porque devuelve una imagen de autocrítica (siempre necesaria, no sólo en este ámbito), que reconforta al ciudadano porque da credibilidad a la clase política por su nobleza.

Mi interlocutor de Vascolandia (acabo de convenir que voy a designar así a la tierra de los vascones) parece estar exultante en su alegato de las diversas acepciones de victoria en términos electorales. No obstante, ello no me acababa de convencer.
-Sí, pero… ¿qué hace que unos pierdan más que otros?

-Que otros hayan ganado más que ellos—una respuesta un poco de perogrullo, pensé, pero continúa con su explicación sui generis.

-Mira, doctores tiene la Iglesia, y politólogos las cadenas televisivas, podríamos decir. A un lego como yo, y sin ánimo de exhaustividad, se le ocurren varias razones:

En primer lugar, estar en una posición gestora y ejecutora es más complicado que opinar en la oposición. Sabemos que es más fácil criticar qué no se acaba de hacer bien que hacerlo cuando tienes oportunidad y hacer la cesta con los mimbres que tienes. La situación de crisis económica no ayuda (a nadie), pero este principio no es solamente aplicable a tiempos de penuria. Así que, cuando uno se pone a ello, puedo cometer algunos (o muchos) errores que se achacaban antes a quien lo hacía. Y lo importante es aprender de los errores: detectarlos y aprender. Quizá la oposición no sea solamente quien nos mete el dedo en el ojo, sino representantes de aquellos ciudadanos y ciudadanas que no están de acuerdo con nosotros.

En segundo lugar, aunque cada vez resulta más artificial y poco clarificadora la distinción “izquierda/derecha”, por eso de que el centro empieza a superpoblarse (siempre podemos optar por “progresista/conservador” u otras, aunque no es lo mismo), se ha atribuido una mayor capacidad crítica a los votantes de formaciones que tienden hacia la izquierda, que a los votantes de opciones de derechas. Aun sin saber si es cierta o no dicha aseveración, según la misma, los votantes de izquierda desengañados tendrían más probabilidades de dejar de votarles (o incluso cambiar su opción de voto a otra formación política), que los votantes de derecha, quienes se frustrarían o enfadarían de alguna manera pero seguirían votando de forma resignada. Creo que es lo que llaman una mayor fidelización de voto.

Y finalmente, algunos tienen más probabilidades de perder por su mayor invisibilidad. No sólo tienes que tener un mensaje convincente, tienes que saber hacérselo llegar a la ciudadanía. Y si eres pequeñito o tu ámbito de influencia es limitado (por no tener los medios suficientes o por no estar lo suficientemente en los medios), posiblemente te pierdas en el inmenso lago. Si encima hay divisiones internas, unido ello a la poca capacidad de difusión del hecho, puedes encontrarte en la tesitura de que antiguos votantes que no han seguido de cerca tu trayectoria, se encuentren de repente que no saben a quién corresponden las siglas similares que hay en las cabinas electorales.
En cualquier caso, seguramente esté equivocado en mi análisis y alguien que es más experto que yo, o también cualquier otra persona, te podría dar otras razones muy diferentes, quizá más acertadas. Pero lo importante es que los más directamente implicados, nuestros representantes se hagan preguntas. Es decir, que una acción tan individual y concreta como es que un ciudadano o ciudadana deposito su voto (o incluso no lo haga), se traduzca a otro nivel como una acción colectiva y simbólica que corresponde analizar a nuestros representantes.

Después de semejante explicación, ni que decir tiene que abandono las costas de Vasquilandia con una jaqueca impresionante, no provocada en mi caso por la resaca electoral. Y parto hacia Gallegilandia, otra tierra fascinante y singular cuyas aventuras quizá tenga a bien narrar en una ocasión futura.